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LEYENDAS, TRADICIONES, COSTUMBRES

LA LEYENDA DEL ALGODÓN

Recopilación de Carlos López Piacentini

En el Gran Chaco, los aborígenes vivían felices.
Pero Nohuet Cagüen, el mal, para vengarse de esa felicidad creó el invierno.
Así el sol chaqueño ya no brillaba; en cambio, un viento helado soplaba constantemente sobre la región.
Para suplicar al Bien que, nuevamente, dé calor sobre la tierra de los Tobas, los indígenas eligieron a cuatro embajadores, que no eran otros que el Palo Borracho, la Planta de Patito, el Picaflor y la Viudita.
Una vez en su presencia, el Bien los convirtió a los cuatro en una sola flor: La flor del Gualok (algodón). Así, en su color, está representada la Planta de Patito, en su capullo, el Palo Borracho, en su bondad, el Picaflor, y en su blancura la Viudita.
De pronto, el cielo se despejó y la nueva flor comenzó a descender sobre el Gran Chaco.
Las semillas se abrieron y al caer formaron algodonales, y nuevas semillas y nuevos algodonales, y así, sucesivamente, hasta que todo el Chaco se cubrió de blanco.
El Bien había vencido al Mal.
Pero Nohuet Cagüen no quería darse por vencido, y maldiciendo se convirtió en la lagarta rosada, plaga del algodonero.
En la foto algodón de la zona de la escuela - Producción año 2010)
LEYENDA DE LA SOJA

La soja, uno de los cinco granos sagrados creados por los dioses
Los emperadores chinos reconocían en la soja sus propiedades nutritivas y sus efectos para prevenir y curar enfermedades
Cuenta la tradición que la soja fue descubierta por el emperador chino Sheng-Nung (2738-2696 a.C.), el cual es venerado como el padre de la agricultura. Éste no sólo disponía de grandes campos, sino que se dedicaba a estudiar y describir sus propiedades alimenticias y medicinales. Shen Nung, además de estadista y filósofo, fue el sistematizador de la medicina herbal china y a él se atribuye el Herbolario (Pen Tsao Gong Mu), el primer libro de medicina en la historia. En este libro aparece por primera vez un escrito sobre la soja, uno de los cultivos más antiguos.
La soja también aparece en las leyendas y la mitología de oriente, especialmente de Japón y China. Hay varias leyendas sobre el origen de este grano. Los chinos relatan que luego de una guerra entre dioses, nacen los cinco granos sagrados: soja, cebada, arroz, mijo y avena. Estos cinco granos han sido y son el alimento primordial del pueblo chino y oriental en general.
Otra historia mitológica también relata que el Dios de la agricultura trajo el cultivo de la soja para la alimentación del pueblo chino. De hecho, la supervivencia de este pueblo ha dependido de la soja a lo largo de su historia. Los emperadores chinos reconocían en la soja no sólo sus propiedades nutritivas, sino también sus propiedades para prevenir y curar enfermedades.
http://www.lagranepoca.com/articles/2007/07/23/975.html

LEYENDA DE LA SOJA (otra)

La leyenda cuenta del nacimiento de un niño rey, y los Dioses festejaron cada cual enviando un regalo al recién nacido: fuerza, coraje, larga vida, perseverancia, disciplina, sabiduría, comprensión...
Finalmente, la Diosa Kannon miró largamente al niño, retiró su collar y, con cada una de sus nueve manos, extendió sobre la cuna nueve perlas doradas.
"El cielo el niño ya posee, tantos son sus dones.
Resta, por lo tanto, conquistar la tierra".
..... Y las perlas doradas se transformaron en semillas, que una vez sembradas, se multiplicaron y, una vez cosechadas, alimentaron millones.
( Leyenda oriental anónima )

LA LEYENDA DEL GIRASOL
Pirayú y Mandió eran caciques de distintas tribus ribereñas: vivían a ambos lados del río Paraná. Sus pueblos intercambiaban productos de artesanías, compartían pacíficamente los predios para caza y pesca y celebraban sus festividades en común.
Cierta vez Mandió sugirió a Pirayú que unieran sus tribus por medio del matrimonio "Dame tu hija, Pirayú, y nuestros pueblos se unirán para siempre", expresó. Pirayú, meneó gravemente la cabeza: "me temo que es imposible, Madió. Mi hija  Caranda - i (palmera) no consiente en casarse con nadie, pues ha ofrecido su vida al dios Sol. Desde pequeña, suele quedarse horas contemplándolo, y parece que no puede vivir sin él, pues los días nublados la ponen triste y meditabunda. No puedo casarla contigo".
Los ojos de Mandió brillaron con ira : "¡Te equivocas, Pirayú, si piensas que olvidaré este desprecio !. Y el soberbio cacique se retiró intempestivamente de la tienda de Pirayú, dejando a éste sumido en hondas meditaciones. Sabía que su pueblo corría un grave peligro, pues Mandió jamás olvidaba un agravio.
Pasaron varias lunas sin que nada aconteciera. Por fin, una tarde en que Caranda se había alejado con su flexible igá (canoa) para contemplar libremente la caída del Sol sobre el río, vio resplandores de fuego sobre su aldea. Llena de funestos presentimientos, remó rápidamente hacia la orilla y procuró desembarcar. Pero unos brazos de acero la apresaron y trabaron sus movimientos, mientras la voz de Mondió resonaba en sus oídos : "¡Pídele a tu dios que te libere de mi venganza, desdeñosa princesa, pues ni tú ni tu tribu serán capaces de hacerlo !."Y su risa cruel avivó la angustia de la doncella. Ésta, mientras procuraba infructuosamente liberarse de su captor, rezaba en muda oración a su dios : "¡Oh, Guarahjí (Sol), no permitas que Mandió lleve a cabo su malvado intento !".
Y el dios de los Potentes Rayos, el Guarahjí de los guaraníes, lo oyó. Envió hacia la joven un remolino de potentes rayos que la envolvieron y la hicieron desaparecer ante los ojos atemorizados de Mandió. En su lugar, brotó una esbelta planta con una flor hermosa y grande, cuya dorada cabecita seguía el curso del Sol en el cielo, como antes lo solía seguir la piadosa hija de Pirayú.
 Y así fue, según cuentan los guaraníes, cómo nació el girasol
Por Beatriz Parula


LA LEYENDA DEL MAÍZ

Cuentan que antes de la llegada de Quetzalcóatl, los aztecas sólo comían raíces y animales que cazaban.
No tenían maíz, pues este cereal tan alimenticio para ellos, estaba escondido detrás de las montañas.
Los antiguos dioses intentaron separar las montañas con su colosal fuerza pero no lo lograron.
Los aztecas fueron a plantearle este problema a Quetzalcóatl.
-Yo se los traeré- les respondió el dios.
Quetzalcóatl, el poderoso dios, no se esforzó en vano en separar las montañas con su fuerza, sino que empleó su astucia.
Se transformó en una hormiga negra y acompañado de una hormiga roja, marchó a las montañas.
El camino estuvo lleno de dificultades, pero Quetzalcóatl las superó, pensando solamente en su pueblo y sus necesidades de alimentación. Hizo grandes esfuerzos y no se dio por vencido ante el cansancio y las dificultades.
Quetzalcóatl llegó hasta donde estaba el maíz, y como estaba trasformado en hormiga, tomó un grano maduro entre sus mandíbulas y emprendió el regreso. Al llegar entregó el prometido grano de maíz a los hambrientos indígenas.
Los aztecas plantaron la semilla. Obtuvieron así el maíz que desde entonces sembraron y cosecharon.
 El preciado grano, aumentó sus riquezas, y se volvieron más fuertes, construyeron ciudades, palacios, templos...Y desde entonces vivieron felices.
Y a partir de ese momento, los aztecas veneraron al generoso Quetzalcóatl, el dDos amigo de los hombres, el Dios que les trajo el maíz.

Nota: El significado del nombre Quetzalcóatl es Serpiente Emplumada.

LEYENDA DEL MAÍZ  (Otra)

Fue en aquellos momentos cruciales en que no se sabe si es posible sobrevivir o perecer. Todo parecía indicar que ocurriría esto último, pues durante largos meses no asomaba una nube en la comba celeste. Los ríos se secaban, se marchitaban los árboles, los animales morían de sed... Tolvaneras irresistibles barrían los campos desolados. El pueblo, paciente al principio desesperaba, enloquecía... Todas las rogativas -habían resultado estériles. Entonces el "rubichá" (Jefe de la tribu), en una sostenida cábala con los genios del cielo, develó el secreto:
-Tupá está enojado con' sus hijos y por eso los castiga con el hambre, la sed y la muerte si no vuelven los ojos a ÉL...
El pueblo entero se arrepintió y cayó de rodillas, jurando amor y respeto a sus leyes. Pero el Rubichá continuó:
-Eso no basta. Para aplacar la ira de Tupá, es necesario sacrificar la vida de uno de sus hijos.
Entonces, entre los circunstantes salió un guerrero joven y apuesto que exclamó con firmeza:
-Yo me ofrezco al sacrificio...
Lloraron los suyos y lloró el pueblo de emoción y dolor. Pero el joven mantuvo su decisión inquebrantable.
El rubichá, dolorido, no tuvo otro recurso que aceptar el sacrificio de aquel joven, cuya vida podría ser tan útil. Caminaron hasta un sitio despoblado de árboles, cavaron una fosa y en ella tomó el joven su voluntaria sepultura. La tierra, fuertemente apisonada lo cubrió totalmente, dejando sólo fuera la nariz del infortunado.
A los pocos instantes asomó una tormenta en el horizonte, que vertiginosamente descendió sobre la selva. El viento y los relámpagos sembraron el pánico entre los hombres. Luego comenzó a llover. Una lluvia abundante, dulce, que duró toda la noche. !El milagro se había cumplido!...
Al día siguiente la tribu se dirigió al lugar del sacrificio para testimoniar su gratitud. Pero en el mismo lugar, donde el día antes asomara la nariz, había brotado una planta de largas hojas verdes entre las que asomaban espigas con granos de oro.
Era el maíz, y le llamaron "abati ", que quiere decir "Nariz de indio"


LA LEYENDA DEL QUEBRACHO
Carlos López Piacentini

Ñaró era un fuerte y robusto guerrero, bravo como los vientos e impetuoso como el río. Así llegó a ser una sabia autoridad en la tierra de la selva.

Un día llegó el conquistador español despojando de sus tierras a sus dueños. Ñaró luchó con valentía, pero la espada del conquistador atravesó su pecho, destrozando su corazón. Y allí quedó abonando con su roja sangre las raíces de los montes del gran Chaco.
La conquista continuó; se levantaron ciudades, se abrieron caminos, se talaron los bosques, pero el hacha del blanco se quebró al primer golpe de un robusto árbol; porque la sangre del cacique le dio la firmeza de su raza.
-“Quiebra-hacha”, dijo extrañado el conquistador. Y así, desde entonces, se lo comenzó a llamar “Quebracho”.
(En la foto Quebracho colorado del patio de nuestra escuela)

LEYENDA DEL ALGARROBO

Hace mucho tiempo había un pueblo aborigen que vivia muy feliz, comían de los frutos de la tierra y estaban sanos porque usaban las plantas como medicinas.
Pero la gran riqueza les hizo olvidar sus deberes cotidianos, dejaron de levantar los altares a sus dioses, permitieron que las herramientas de trabajo se enmohecieran y se olvidaron de sus campos. Se dedicaron solamente a las fiestas y las diversiones.
Tuca, la hija del gran cacique, rezaba para que la desgracia no cayera sobre ellos, pero el dios sol, enojado por la pereza del pueblo, arrojó sobre ellos sus poderosos rayos y quemó la tierra, convirtió sus reservas en granos de polvo y escaseó el agua.
Tuca corrió hasta un altar y dejó alimentos, encendió un fuego para quemar hierbas olorosas y rezó a la Pachamama.
Vencida por el llanto se quedó dormida, tuvo un sueño en el cual la diosa Pachamama se le aparecía y le decía: “levántate Tuca, y junta los frutos del árbol que te cobija, y así tu pueblo se salvará y lo llamará con tu nombre.
Tuca se despertó y miró hacia arriba, un árbol gigantesco le había prestado su sombra y de sus ramas colgaban vainas marrones cuya forma nunca haría pensar que servían de alimento. Tuca juntó las vainas y corrió  a llevárselas a su gente.
Así conocieron al algarrobo que los salvó del hambre y la perdición.

LEYENDA DEL CEIBO

Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien  al rato,  fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo  la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.

LA LEYENDA DEL HORNERO
 
    Cuentan que en las tribus que habitaban a orillas del río Paraguay, cuando los muchachos llegaban a cierta edad debían pasar tres pruebas. La primera consistía en correr muy rápido, mucho más que el viento veloz.
    Para superar la segunda tenían que nadar de un lado al otro del río. Por último debían cumplir con un extraño ritual: quedarse acostados sin moverse, muy quietos, tan quietos que no podían ni siquiera pestañear, durante un largo tiempo. Todos los jóvenes de esa tribu se entrenaban con gran dedicación para poder pasar esa prueba. Aprobarla, significaba pasar a ser adultos.
    Una vez existió un joven llamado Jahé que sorprendió a todos con su destreza. Cuando le tocó realizar la primera prueba, muy pronto dejó atrás a los demás competidores. Cuando cruzó el río, mientras los otros luchaban para que la corriente no los llevara, él juntaba piedritas de colores que encontraba en el fondo. Cuando debió permanecer acostado, él se mantuvo tan quieto, que por más que saltaban, y hacían bromas a su alrededor, él permanecía inmóvil como una piedra. Así Jahé, pasó a ser un adulto. Lo que nadie sabía era que mientras el joven corría, en las alas del viento escuchó la voz de una mujer como el canto de un ave. Esa misma voz fue la que lo alentó mientras cruzaba el río Paraguay y la que le permitió concentrarse cuando debió permanecer quieto.
    Como era costumbre en esa época, el jefe de la tribu premió a Jahé concediéndole la mano de su hija. Jahé no podía aceptar ese ofrecimiento, pues la melodía que escuchó durante la prueba lo acompañaba día y noche.
Jahé se había enamorado. El jefe de la tribu comenzaba a impacientarse por la falta de decisión del joven.
    Una mañana el muchacho elevó sus brazos al cielo pidiendo a su amada que lo ayudara a decidir. Entonces volvió a escuchar su voz. Las manos de Jahé comenzaron a moverse al compás de una suave música, hasta que tomaron el movimiento de las alas de un pájaro. Los que observaban la escena vieron con asombro cómo el cuerpo del joven comenzaba a transformarse en un pájaro y se perdía volando en el aire. El ave era de color pardo y desapareció en los bosques que bordean el Paraguay. Buscó entre los árboles a su amada pero no la encontró. Construyó una casita de barro para resguardarse de los rayos, los vientos y las lluvias. Por fin una mañana la dulce cantora se posó en su nido y desde entonces es su compañera.
(En la foto el hornero que está en el quebracho del patio de nuestra escuela)

LOS LOROS

        Hace mucho tiempo, en época de la dominación inca, los loros tenían lenguaje propio y  sabían pensar y razonar. Los incas, maravillados con estas aves, decidieron llevarlas junto a sus soberanos. "Será útil enseñarles nuestra lengua y cultura para que las extiendan por otros lugares de la Tierra", pensaron los reyes, y ordenaron a sus sabios que les enseñaran a los loros la lengua quechua, así como su ciencia y tradiciones.         
         Una vez que los loritos aprendieron todo lo que los incas creyeron prudente, volvieron a su lugar natal.
          "Ahora seremos los reyes de la selva", puesto que hablamos y razonamos como los seres humanos", se dijeron. y comenzaron a impartir  órdenes con voz chillona y desagradable, y a dar picotazos y muestras de soberbia. Los demás animales quedaron espantados al escuchar el extraño idioma, reaccionaron con violencia frente a la prepotencia de los loros y contestaron con airados gritos. Cada uno fue elevando más y más la voz hasta que toda la selva se llenó  de chillidos y ruidos. Fue entonces cuando el dios de las aves se enojó con los loros y les arrojó un puñado de tierra a la boca, los loros perdieron la facultad de razonar y sólo pudieron repetir lo que oían.
          Así quedaron desde aquel día, y como recuerdo de la ira del dios aún conservan la boca negra  por dentro, como si hubieran tragado el puñado de tierra que les cayó del cielo.
Adivinanza
         De colores  muy galanos, soy bruto y no lo parezco. Perpetua prisión padezco, uso del lenguaje humano, si bien de razón padezco.
 Refranes.
          "Más seco que lengua de loro"
          "Loro viejo no aprende a hablar"


LEYENDA DEL CRESPÍN

 El crespín es un pájaro del tamaño de un gorrión. Tiene la cola larga y las alas cortas. Su canto parece decir: "cres... pín... cres... pín... Se lo ve en tiempos de la cosecha del trigo, en el centro y noroeste argentino, y su canto otorga cierta tristeza al paisaje.
Cuenta la leyenda que Crespín era un criollo bueno y trabajador, que prefería la vida sencilla y sobria. En cambio a Durmisa, su esposa, le gustaban mucho las fiestas y la música y sobre todo el baile.
Un año, de cosecha muy abundante, Crespín tuvo que trabajar de sol a sol para poder terminar con la siega y la trilla. Y fueron muchos días; tantos, que a Crespín le parecieron uno por cada espiga de trigo del campo. Una tarde llegó a su rancho muy cansado y sintiéndose enfermo a causa de tanto esfuerzo. Durmisa no le prestó atención; estaba ocupada bailando.
-Estoy enfermo y tengo que terminar con la cosecha -dijo Crespín-. Por favor, ve al pueblo y tráeme medicina para poder levantarme mañana y seguir con el trabajo.
Durmisa no le dio mucha importancia, pero dejó su danza y partió hacia el pueblo. En el camino se encontró con un baile, donde todo el mundo festejaba la terminación de la cosecha y no bien oyó la música de una zamba olvidó a su esposo. Sin poder contenerse, comenzó a bailar, una y otra zamba, y ya no pudo parar más. Entonces vinieron a avisarle que Crespín se encontraba moribundo.
-La vida es corta para divertirse y larga para llorar -contestó ella sin preocuparse, y siguió bailando.
Terminada la fiesta, Durmisa volvió a su casa. Crespín no estaba allí. Lo buscó por los alrededores, y nada. Llena de remordimiento, atravesó el trigal sin dejar de llamar a Crespín hasta casi quedarse sin voz. Con el último aliento, enloquecida, Durmisa pidió a Dios que le diera alas para seguir la búsqueda, sin saber que Crespín había muerto esa noche y que unos vecinos piadosos lo habían velado y enterrado. Y así, convertida en pájaro, todavía sigue buscándolo por los trigales dorados de sol, llamando y llamando a Crespín.